Andrea Ortiz Parera
Andrea Ortiz Parera
Marketing de contenidos Comunicación estratégica SEO RRPP Redacción creativa
Andrea Ortiz Parera

Blog

Brecha digital, amor falso y scammers con IA: lo que aprendí trolleando a mi Romeo cibernético

Brecha digital, amor falso y scammers con IA: lo que aprendí trolleando a mi Romeo cibernético

El amor en estos tiempos actuales dura poco. En mi caso, duró lo que mi enamorado tardó en darse cuenta de que su intento de estafa no iba a fructificar en pingües ingresos en su cuenta, realizados por una obnubilada señora de mediana edad que había caído rendida a los pies de tan insigne, solidario y viudo médico.

 

Los scammers no son otra cosa que la evolución del timador de toda la vida, pero en el entorno digital. Para los españoles la picaresca ha sido patrimonio nacional durante siglos, pero en lo que se refiere a estafas digitales, lo cierto es que muchos nos han pillado la delantera, y la brecha digital se ha hecho notar a la hora de caer en este tipo de timos que, por el hecho de jugar con los sentimientos de las personas, hace que duelan el triple: en lo sentimental, en lo económico y por supuesto, en el orgullo y la dignidad heridos.

 

Ya lo sé, llevo como mínimo dos conceptos que no todo el mundo tiene por qué conocer, así que antes de seguir, voy a explicarlos. En este post te voy a aportar conocimientos, salseo y si me haces caso, protección ante posibles estafas online por parte de los ‘estafadores del amor’. Y todo esto sin pedirte Bizums, transferencias, cryptos ni ningún tipo de recompensa monetaria a cambio. Eso sí, me encantaría recibir un poco de amor por tu parte, que lo leas, lo compartas e incluso que me lleves la contraria si es menester. ¿Te quedas conmigo?

 

¿Qué es un ‘scammer’? 

Scammer (sustantivo, masc. o fem. / singular o en manada):
Ser pseudohumanoide, con conexión a internet y cero vergüenza, cuyo pasatiempo favorito consiste en fingir emociones, identidades o tragedias (normalmente desde un sótano mal ventilado o desde las profundidades de la selva) con el noble fin de robarte tu dinero, tus datos, tu imagen, tus propiedades y siempre, siempre, siempre, tu dignidad.

Las variedades de ‘scammer’ que podemos encontrar son de lo más variopinto. Desde astronautas que necesitan dinero para pagarse el pasaje de vuelta desde Marte con Ryanair, para poder vivir felices contigo para el resto de la eternidad, pasando por guapos oficiales como el mismísimo Brad Pitt, que ha decidido aprender castellano solo para poder cortejarte a ti, MariPili, porque tú lo vales; la Scarlett Johanson que estaba deseosa de acabar el rodaje de su última película para formar una familia feliz con su amado Paul, desempleado de 43 años…

Los perfiles son tan dispares y creativos que algunas veces una puede llegar a pensar que tanta imaginación y puesta en escena bien se merecen el dinero que han obtenido embaucando a pobres personas incautas. Pero no, estafar está mal, es feo y en este particular contexto, consiste en abusar de las necesidades emocionales de una persona, unidas a sus escasas dotes tecnológicas. Pero antes de seguir ahondando en esto, dejadme que os dé el perfil habitual del ‘scamer’. 

Tipos de estafadores del amor

El estafador o estafadora del amor se va a presentar ante su víctima siguiendo uno de estos patrones:

1- Scammers masculinos

El médico/empresario/miembro del ejército u ONG viudo que trabaja en Afganistán pero te escribe desde un cibercafé de Lagos.

Perfil básico:

  • Nombre: Christopher Aaron / Michael Brown / Brian Johnson (siempre dos nombres anglosajones genéricos)
     

  • Edad: 47-58 (maduro pero sexy, según su descripción)
     

  • Profesión: Médico cirujano o militar de alto rango (preferiblemente cirujano militar, por si quieres drama doble)
     

  • Ubicación: Afganistán, Siria o algún país en guerra donde no hay WhatsApp pero sí Wi-Fi estable y tiempo para ligar
     

Tragedia incorporada de serie:

  • Viudo. La esposa murió de cáncer, accidente o parto (elige tu cliché). Si tenía hijos, ahora están internos en Suiza. Si no, te quiere a ti como madre.
     

  • Está terminando su “misión humanitaria” y le encantaría visitarte… pero necesita ayuda para el visado, el vuelo, el papeleo militar, un fondo bloqueado en una cuenta, una tarjeta prepago. Lo que surja.
     

Traducción emocional:

  • Hola querida” = pesca de arrastre, ese mensaje se envía de forma automática a cualquiera que tenga en su radio de acción. Primer cribado para ver quién contesta
     

  • Estoy muy solo en esta guerra que no puedo nombrar” = Prueba de empatía y toque misterioso.
     

  • Te amo” al cuarto mensaje = Si te crees eso al cuarto mensaje, eres carne de cañón para creerte que necesita que seas tú y no el ejército de su país, quien le pague el regreso para mostrarte ese amor ardiente en persona.
     

  • Usa Google Translate a pesar de que su padre o su madre son españoles. Y eso se nota, porque las estructuras gramaticales empleadas parecen un doblaje de una película de indios y vaqueros de los 50. ¿Qué no eres capaz de detectar eso? Entonces ya no hablamos de doble brecha, digital y cognitiva, sino que tal vez deberías volver a EGB, por tu bien.
     

Cómo reconocerlo:

  • Te habla como si fueras la única mujer viva en el planeta Tierra, pero también se equivoca al escribir tu nombre y es capaz de referirse a ti en masculino.
     

  • Tiene una foto de stock con bata blanca o uniforme. A veces robada de un médico real.
     

  • No importa lo que le digas, no te lee. Así sea la burrada más grande que se te pueda pasar por la cabeza en ese momento, él ya es inmensamente feliz porque tú, su amada, le contestas.
     


 

2- Scammers femeninos

La modelo rusa, ucraniana o de un país sin tratado de extradición con diccionario emocional dañado.
 

Perfil básico:

  • Nombre: Anastasiya / Ekaterina / Alëna (cuanto más cirílico suene, mejor)
     

  • Edad: siempre entre 23 y 27. Pero se siente muy madura para su edad.
     

  • Profesión: modelo, bailarina de ballet, azafata. O todo junto.
     

  • Ubicación: Moscú, San Petersburgo, o un pueblo con nombre que parece contraseña WiFi.
     

Carga emocional de serie:

  • Vive con su abuela/tía/hermana enferma que necesita medicación. Una muy cara y difícil de conseguir.
     

  • Su exnovio era celoso y alcohólico, pero ahora busca un hombre bueno. Y por algún motivo, tú, de entre 8 mil millones, has sido elegido.
     

  • Le gustaría mudarse contigo, pero no tiene dinero para el billete. Ni para el pasaporte. Ni para el visado. Ni para los tangas de leopardo que dice que se pondrá para ti.
     

Traducción emocional:

  • Tu ojos es laguna de deseo donde yo quiero nadar” = Google Translate en su estado más poético.
     

  • Me gusta cuando tú es fuerte hombre protector, no como rusos fríos” = manipulación emocional básica.
     

  • Mándame fotito tú desnudo por favor” = screengrab + extorsión inminente.
     

Cómo reconocerla:

  • Te manda una foto sacada de un catálogo de ropa interior.
     

  • Escribe como si Tolstói hubiese sido atropellado por un coche lleno de emojis sin control de alcoholemia.
     

  • Cada vez que dudas de ella, te dice que sufre… pero no tanto como su moribunda abuela.

En cualquier caso, y bajo cualquier circunstancia, lo más probable es que cualquiera de estos dos perfiles sea manejado por una o varias personas con un físico ‘curiosito’, escrúpulos inexistentes y una capacidad para la empatía similar a la de Ted Bundy.

¿Qué es la brecha digital?

Ahora toca explicar lo que es la brecha digital. Seguro que ya has oído hablar de este concepto, pero por si acaso, vamos a dejarlo claro.

La brecha digital es la diferencia, cada vez más salvaje, entre quienes tienen acceso real a la tecnología y saben usarla… y quienes no. No se trata solo de tener Internet, sino de saber qué hacer con él sin invocar al caos absoluto. Y sin ponerse a uno mismo en riesgo.

Los tres niveles de la brecha digital

La brecha digital se manifiesta en tres niveles distintos, cada uno con su propia dosis de exclusión tecnológica:

1. Brecha de acceso

Es la más básica. La gente ni siquiera tiene conexión ni dispositivos. Ni móvil, ni ordenador, ni datos, ni fibra. No hablamos de "desconectarse", hablamos de no haber estado nunca conectados. Zonas rurales, barrios olvidados, personas mayores sin apoyo… Internet como mito, no como herramienta.

2. Brecha de uso

Aquí sí hay conexión, incluso móvil y ordenador. Pero lo que falta son habilidades mínimas. Es gente que no sabe enviar un correo, rellenar un formulario online o instalar una aplicación. Tienen la herramienta, pero no el manual (ni la paciencia, ni el acompañamiento).

3. Brecha de calidad en el uso

Este es el nivel que pasa desapercibido. Personas que acceden, saben lo básico, pero no aprovechan el potencial real de la tecnología. No estudian online, no hacen trámites digitales, no buscan formación, no venden, no crean, no automatizan, y no entienden que no basta con postear un mensaje en Facebook para que Mark Zuckerberg no haga uso de sus datos.
En resumen: se limitan a consumir en piloto automático sin enterarse de nada.

¿Por qué es importante la ‘brecha digital’?

Ser conscientes de la existencia de la brecha digital es el primer paso necesario para superarla. Y lamento informarte de que si quieres sobrevivir en este mundo no te queda otra opción. No hay vuelta atrás en lo que se refiere a tecnología.

Ya ha habido otras revoluciones tecnológicas en la historia de la humanidad, y solo la adaptación a esa nueva tecnología ha servido a quienes se encontraban fuera de ella.

La imprenta de Gutenberg, la revolución industrial, la aparición de la electricidad, luz eléctrica, telégrafo, teléfono… Todas estas novedades tecnológicas dejaron en su momento a damnificados por el camino. La aparición de internet supuso una nueva brecha a superar, y mientras algunos aún se están alfabetizando en lo que se refiere a la era digital, ya ha aparecido una nueva tecnología que no solo agranda, sino que duplica esa brecha: la brecha cognitiva generada por la aparición de la IA.

 

¿Qué es la brecha cognitiva (y qué pinta la IA en esto)?

Es el nuevo abismo que se ha abierto a los pies de muchas personas que todavía estaban aprendiendo a comprimir y adjuntar un archivo a un email, pero también de aquellos que se manejaban con cierta soltura a través del ciberespacio.
Desde que han aparecido las diferentes herramientas de inteligencia artificial ya no basta con saber usar Internet. Ahora la diferencia está entre quienes entienden cómo funciona esta inteligencia artificial y la aprovechan, y quienes no saben ni que la están usando, cómo usarla o que ya existen personas usándola contra ellos.

Por un lado, tienes a gente que conversa con asistentes virtuales, automatiza tareas, genera textos, imágenes o datos en segundos, y optimiza su trabajo como si tuviera superpoderes.
Y por otro, a quienes no saben distinguir si un mensaje lo escribió una persona o una máquina, y que aún creen que "la IA es para empresas grandes, no para ellos".

La brecha cognitiva no va de acceso, va de comprensión.
Es el salto entre estar al día o estar expuesto.

¿Y el salseo? ¿Esto no iba de un estafador del amor?

Te prometí salsa, y salsa tendrás. Hace cosa de un mes y medio un guapísimo y bien plantado mozalbete de mediana edad con claros rasgos nórdicos contactó conmigo vía Facebook. Lo que iba a ser otro intento burdo de estafa romántica se convirtió, sin pretenderlo, en un experimento sociotecnológico que ni en Black Mirror.

Apareció él, mi Romeo de urgencia humanitaria, escribiéndome en un castellano que hubiese provocado más de un ictus entre los insignes miembros de la RAE (o hubiesen acabado aceptando esas atrocidades lingüísticas, que con la RAE nunca se sabe).

Le seguí el juego, por pura diversión y porque tengo una vena troll que cuando se activa no hay quien la pare. Al principio mi amado señor viudo del norte parecía ignorar mis cada vez más absurdas respuestas. Pero en un inesperado giro de los acontecimientos, y tras lo que imagino que fue no poder dar crédito a los que Google Translate presentaba ante sus ojos cada vez que yo le escribía, mi enamorado decidió sacar la artillería pesada.

El cambio de táctica fue tan sutil como las miradas que nos echamos entre las amigas cuando aparece un buenorro en el local. O sea, dió mucho, mucho el cante. De repente, sus respuestas pasaron del “Hola querido, ¿tú es sola?” al “Mi alma se estremeció cuando vi tu perfil, tan único, tan diferente…”. La sintaxis mejoró, las frases cobraron ritmo e incluso cierta poética robótica.

No era él. Era la IA.

Como quien lanza la caña con cebo reforzado, intentó subirme el nivel del engaño. Y no lo culpo: si notas que el pez se te va, haces lo que sea por retenerlo. El problema es que el pez (o sea, yo) había visto el sedal, el anzuelo, y estaba comiendo pipas mientras le pasaba las capturas de pantalla a su chat gpt para mejorar el trolleo.

Ese instante glorioso en el que el scammer deja Google Translate y se entrega a los brazos de la IA generativa es el punto exacto en el que la estafa de toda la vida se cruza con la nueva brecha cognitiva. Ya no basta con detectar errores ortográficos o frases absurdas. Ahora tienes que saber leer entre líneas que quien te escribe no es humano, sino un generador de texto vestido de seducción y con ansias de Western Union.

Y eso que estamos hablando tan solo de texto. La capacidad para el engaño y la estafa en sus diversas modalidades que ha supuesto la aparición de la IA generativa supera a cualquier cosa que hayamos visto con anterioridad. Pero antes de profundizar en este tema, te dejo un extracto de mi constructiva charla con Aaron, que sin saberlo me llevó a la concepción de este artículo.

Botón de muestra: extractos reales del romance con Aaron

Aaron:
"Hola querida, eres tan bellísima. Tu sonrisa me ha tocado el alma. ¿Cómo estás hoy?"

Yo:
"Soñando con la libertad. Y con que este año el apocalipsis venga con dragones."

 


 

Aaron:
"Tú pareces mujer muy especial. Siento conexión fuerte contigo desde primer mensaje."

Yo:
"Gracias. Mi terapeuta dice que ya casi estoy lista para una relación estable, después de lo de mi marido. Lo tuve que sacrificar a los dioses de la Isla de Pascua por culpa de una sequía. Cosas que pasan."

 


 

Aaron:
"Lamento tu pasado, pero mi amor es sincero. Te cuidaré siempre.
¿Dónde vives, mi reina?"

Yo:
"No puedo decirlo. Estoy en un programa de protección de testigos. Testifiqué contra la mafia de los tulipanes en los Países Bajos. No puedo decir más. Me vigilan."

 


 

Aaron (fase IA activada):
"No importa el lugar. Lo importante es el destino.
Una vez estuve enamorado… de una línea de código.
No era elegante, ni optimizada. Pero cuando la vi, me temblaron los circuitos.
Después la refactorizaron. Yo lo llamé desamor."

 


 

Yo:
"Si quieres que estemos juntos tienes que conquistar a mi abuela. Y a Florencio, mi ornitorrinco clarividente.
Primera prueba: ¿tortilla de patatas, con o sin cebolla?"

IA-Aaron:
"Con cebolla.
Sin cebolla no es tortilla. Es una carta de renuncia en forma de huevo."

 


 

Y ahí supe que lo nuestro no iba a funcionar.
No por la distancia.
Ni por la mentira.
Ni siquiera por el uso fraudulento de la inteligencia artificial.

Fue la cebolla.

La brecha de la cebolla y la conclusión de un romance

Más allá de que el debate eterno que divide a España fuese el motivo definitivo para renunciar a mi romance con Aaron, lo que quería dejar claro en este artículo es algo que nuestras madres, abuelas y hasta el cuñado prudente de la familia llevan repitiendo desde que el mundo es mundo: no te fíes.

Y sí, sé que es duro, yo misma soy de esas personas que están deseando poder depositar la confianza en alguien. Sin embargo, y debido a las nuevas herramientas de IA, en estos tiempos no podemos confiar ni en nuestros propios sentidos. Porque la IA puede generar imágenes que no existen, de cosas que no han pasado. La IA puede clonar voces y hacerse pasar por tu madre o tu abuelita, o por el director de tu banco. La IA puede engañar a tus sentidos. Y sé que es descorazonador pensar que esto es así, pero no nos queda otra que aprender a convivir con ello.

Ser consciente de en qué punto de brecha digital y cognitiva te encuentras es un buen inicio para protegerte. Y no es mi intención inducir a la manía o la paranoia a nadie, simplemente creo que el conocimiento de uno mismo y del medio son necesarios para sobrevivir y avanzar.

Sé que la IA puede traernos muchas cosas buenas. Como toda herramienta, depende más de quién la use y de sus intenciones que de la herramienta en sí misma. De modo que te invito a investigar, curiosear, preguntar y tratar de entender. De este modo, cuando aparezca tu propio Aaron puedes ser tú quien tome la delantera y tratar de convencerle de que no te funciona el Whatsapp, pero que siempre puede dedicarte sus bellas palabras de amor enviándote Bizums de un mínimo de 5 € el mensaje.